Una grasa es una forma más espesa de aceite lubricante. Es una sustancia formada por la dispersión de un agente espesante (jabón metálico, arcilla, polímeros, etc.) en un fluido lubricante (aceite mineral o sintético). Aproximadamente el 90% de las grasas utilizan jabones metálicos. Por ejemplo, las grasas líticas soportan bien las temperaturas elevadas y son resistentes al agua.
La naturaleza y la viscosidad del aceite, así como el tipo de jabón empleado para fabricar la grasa, son los factores principales que determinan las características y propiedades de la grasa. Además, las grasas comerciales también incorporan aditivos de distintos tipos como antioxidantes que retardan la oxidación del jabón, aditivos anticorrosivos, aditivos de extrema presión, etc.
El punto de gota de una grasa es la temperatura a la que la grasa licua (temperatura ligeramente superior al punto de fusión) y la consistencia o dureza caracteriza la deformación de una grasa cuando se le aplica una presión determinada.
La consistencia de una grasa viene determinada por su grado NLGI y depende de la temperatura a la que se halle, ya que a temperaturas altas tienden a licuarse y a bajas se endurecen. Las grasas también pierden consistencia después de haber sido batidas (trabajadas), mientras que en reposo poseerán mayor dureza.
Las posibles burbujas de agua dispersas en el seno de una grasa, además de facilitar la corrosión, pueden llegar a ser la causa de un contacto directo metal-metal indeseable, por lo que evidentemente se considera perjudicial la presencia de agua.
Tampoco se deben mezclar grasas diferentes sin estar seguros de su compatibilidad, ni depositar la grasa en lugares que estén a altas temperaturas ya que un almacenamiento prolongado provocará una separación del aceite (se observan charcos en su superficie).