A la hora de escoger el desengrasante más adecuado para cada aplicación hay que tener cuidado porque algunos detergentes pueden ser corrosivos, pudiendo dañar las manos de los operarios, estropear piezas y equipos, o provocar contaminaciones bacterianas ya que las superficies que han sufrido corrosión son difíciles de limpiar y desinfectar.
Los riesgos de corrosión para los aceros inoxidables y las aleaciones de aluminio variarán en función del pH del desengrasante (ácido o alcalino), el poder oxidante, la temperatura de aplicación y el tiempo de contacto del producto con el metal. Por ejemplo, a mayor temperatura o tiempo de contacto mayor será la corrosión que se produzca.
En estos casos es necesario seleccionar un desengrasante específico como, por ejemplo, el DSE-AL que es un producto no corrosivo que está especialmente diseñado para el desengrase de máquinas y piezas de aluminio, y que tampoco ataca a los metales amarillos.
También son susceptibles de sufrir corrosión las superficies plásticas presentes en las industrias agroalimentarias que han sido fabricadas con polietileno (PE), polipropileno (PP), policarbonato (PC), etc., así como las tapas y juntas de caucho de circuitos y bombas. Por ejemplo, el policarbonato, que es el material que se usa para fabricar las paradas de los autobuses, etc. no resiste bien los agentes oxidantes, las bases fuertes y los ésteres.
Cuando se trabaja con desengrasantes fuertemente alcalinos formulados a base de sosa o potasa cáustica, o por el contrario, con productos muy ácidos que llevan ácido fosfórico o nítrico en su composición, se recomienda que las piezas de goma estén fabricadas con cauchos resistentes como el EPDM (látex de etilenpropilendieno) o el NBR (látex de acrilonitrilobutadieno), ya que sino pueden ser atacadas por el detergente. En estos casos, tampoco se recomienda el uso de productos de limpieza que contengan ácido clorhídrico o fluorhídrico.